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Humanidades
Inteligencia Artificial Humanista
por José María Lassalle
La humanidad se enfrenta al reto de una inteligencia artificial (IA) que revolucionará el mundo de arriba abajo. Hablamos de una tecnología que no puede compararse a ninguna otra del pasado debido a la extraordinaria capacidad de impacto social y económico que provocará en los próximos años. Ni la máquina de vapor ni los cambios que produjo con la revolución industrial podrán compararse a los que traerá la IA para todas las sociedades humanas.
Para comprender de qué estamos hablando, hemos de dar dos breves pinceladas sobre lo que significa realmente esta tecnología. Algo que se pasa de largo pero que es fundamental para entender realmente qué va a suponer para todos la IA. Hablamos de un producto de la innovación científica que desde hace setenta años imita al cerebro humano. ¿Con qué fin? Con el de perfeccionarlo para superar nuestras capacidades intelectuales. Este propósito aleja la IA de cualquier otra tecnología previa. Sobre todo porque nos obliga a pensar cómo debemos adaptarnos ante la presencia de una inteligencia que va a disputar lo que hacemos nosotros con la nuestra.
En la famosa revolución industrial el trabajo físico de los seres humanos fue reemplazado por el intelectual. La máquina de vapor hizo posible este cambio. Sin embargo, ahora, la IA es la que sustituye nuestro trabajo intelectual. No es que facilite este trabajo, sino que lo desplaza y tiende a situarlo en una posición secundaria. Esta circunstancia nos obliga a pensar qué papel podremos desempeñar los seres humanos en un mundo donde la IA crece en su poder y nos desplaza como medida de todas las cosas.
Nos adentramos en un escenario complejo, que marcará nuestro futuro. Necesitamos otra mirada y otra actitud para abordarlo. Primero, porque la IA ha llegado para quedarse definitivamente entre nosotros. Y segundo, porque será una amenaza si no somos capaces de diseñarla como una oportunidad.
Eso significa que tenemos que encontrar qué valor podemos aportar a la IA si esta crece en capacidades que le permiten pensar más en términos estadísticos que la inteligencia humana. Pero pensar más, lo sabemos muy bien, no significa pensar mejor. Aquí es donde la inteligencia humana debe ponerse en valor y cultivar una superioridad cualitativa sobre la IA que la convierta en insustituible. ¿Cómo? Aprendiendo a dirigirla y gobernarla. Orientando nuestra inteligencia hacia la restauración de la sabiduría que describía Aristóteles como el soporte de la prudencia. Algo que solo los seres humanos podemos desarrollar porque nos interpela directamente a través de todo aquello que tiene que ver con nuestra dignidad más profunda, la que se relaciona con la condición humana. De ahí que tengamos que cambiar nuestras propuestas educativas. No para competir con la IA, sino para complementarla desde un estadio superior de conocimiento y dentro de un contexto relacionalmente cooperativo y amigable.
Tenemos que cambiar nuestras propuestas educativas. No para competir con la IA, sino para complementarla desde un estadio superior de conocimiento y dentro de un contexto relacionalmente cooperativo y amigable.
Si la IA es “algo” que aspira a ser “alguien” consciente de sí mismo, nosotros hemos de ser su conciencia crítica y decisoria. Para conseguirlo hay que potenciar las competencias humanas asociadas al sentido de la responsabilidad con el que habrá que gestionar el inmenso poder de acción que está liberando la IA en todos los ámbitos y a todos los niveles de nuestra vida. Esto pasa porque privilegiemos cómo hacer que nuestro pensamiento sea mejor. Un desafío educativo que solo puede venir de la adaptación de los contenidos de las humanidades al nuevo entorno tecnológico que describimos. Una labor compleja que ha de pasar por la cultura, las artes, la filosofía y el pensamiento crítico. Incluso habrá que recuperar la teología, pues, si encaminamos nuestros pasos hacia crear algo consciente, entonces, tendremos que entender en qué consiste crear a alguien que nos querrá imitar cognitivamente. Hablamos, por tanto, de desafíos morales para los que hemos de estar preparados si queremos dar a la IA un propósito a la inmensa capacidad de pensar y analizar que está adquiriendo en los últimos años. Un propósito que la haga más humana. Que le dote de una conciencia decisoria que, gracias a la sabiduría humana, le ayude a decidir qué hacer con el poder que adquiere y para qué.
Información sobre el articulista
José María Lassalle. Doctor en Derecho y profesor de Filosofía del Derecho en ICADE y de Gestión de la Complejidad en el Instituto de Empresa. Es consultor y consejero senior en Acento Public Affairs y Evercom. Es director del Foro de Humanismo Tecnológico de ESADE. Colabora con La Vanguardia y El País, con Radio Nacional de España y también con la Cadena SER. Fue secretario de Estado de Cultura y posteriormente de Agenda Digital. Sus últimos libros son Ciberleviatán y El liberalismo herido.