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Cultura
Del pasado al presente: la Historia de la Música y los Paisajes Sonoros en el Día Europeo de la Música
por Ferran Escrivà Llorca
La música, como manifestación genuina de la humanidad, ocupa un lugar central en el arte y en la praxis humana, como sostiene el filósofo Georg Bertram en «El arte como praxis humana. Una estética» (edición en castellano, 2016). El arte no debe ser algo aislado, sino que requiere de la interpretación humana. Así, la música es indisociable de las Humanidades. En el marco de la celebración de la Fiesta de la Música, el 21 de junio (inicialmente surgida en Francia como la «Fête de la Musique»), quiero destacar la importancia del estudio de la historia de la música desde el ámbito académico y su consiguiente divulgación y transferencia a la sociedad. Conocer y difundir la historia de este arte fundamental para la humanidad, en todas sus vertientes y variantes a lo largo del tiempo, nos acerca a una comprensión cultural y social muy necesaria en nuestros días.
Lejos de “contentarse con el estudio del pasado, sino el de revelar la evolución que ha conducido al presente” (Fontana, «Introducción al estudio de la historia»), muchos historiadores de la música trabajamos en nuevos métodos de acercamiento, con fuentes y relatos que tienen fuertes lazos con el presente, lo cual resulta especialmente significativo en el contexto de la posmodernidad. Desde la musicología, bajo el paraguas de la musicología urbana y a través del marco conceptual de los paisajes sonoros, podemos comprender cómo las ciudades han experimentado cambios en sus sonoridades a lo largo de la historia y cómo esto se relaciona en gran medida con el repertorio musical conservado.
El concepto de paisaje sonoro – «soundscape» en inglés –, ampliamente difundido por Murray Schafer (1969), se refiere al conjunto de sonidos, de todo tipo, característicos de un lugar determinado. Si bien esta noción es una generalización teórica sujeta a un debate, desde postulados musicológicos nos permite centrar nuestra atención en lo que podemos percibir a través del oído. Como propone Tess Knighton, existe una necesidad de “abrir nuestros oídos” y compartir el estudio y el conocimiento desde una perspectiva que abarque los sentidos y la historia de las emociones. Este concepto, desde una percepción del indiviudo, se suele denominar fonosfera (phonosphera) (Rostagno, 2023). Los historiadores de la música utilizamos este enfoque para poner énfasis en la ciudad como escenario de procesos simbólicos compartidos, donde las instancias de poder constantemente negocian sus relaciones y abarcan a todo el espectro humano, tanto individual como colectivo, hombres y mujeres, o de cualquier condición social. En este contexto, los eventos musicales (sonoros) contribuyen a los procesos comunicativos y se articulan en una red de rituales y ceremonias que estructuran la experiencia de individuos y grupos, desde la Edad Moderna hasta nuestros días.
El estudio de la historia musical urbana a través del sonido (musical) nos permite analizar los cambios sociales producidos en las ciudades.
Por lo tanto, los historiadores de la música estudiamos estos procesos para poder relatar cómo era la sociedad en un momento determinado a través del estudio del proceso artístico de creación musical. Ya no se limita únicamente a considerar el binomio autor/obra de forma aislada, sino que se enfoca en comprender el contexto compositivo y de recepción, favoreciendo una visión holística del hecho musical. Asimismo, el estudio de la historia musical urbana a través del sonido (musical) nos permite analizar los cambios sociales producidos en las ciudades. Si bien los cambios técnicos y estéticos en la música son constantes y relevantes en el tiempo, los eventos en los que se presentan o para los cuales fueron creados pueden mantener una continuidad en su propósito. Estos enfoques de historización musical favorecen una mejor comprensión tanto del repertorio, sus implicaciones y significados, como el impacto en las comunidades y los procesos de patrimonialización.
Del mismo modo, los nuevos enfoques surgidos a partir de mediados del siglo XX, junto con el advenimiento de Internet y el crecimiento de las redes sociales digitales, supusieron una necesidad de cambio que las Humanidades llevan experimentando desde hace unas décadas. El estudio de la música y su historia dentro de este ámbito ha llevado a una transformación exponencial debido al desarrollo de las Humanidades Digitales. La tecnología y la digitalización han acelerado procesos y facilitado la conexión de información que antes requería una gran inversión de tiempo y dedicación personal. Estos avances han impulsado unos cambios de paradigma y metodologías también en el estudio de la música.
En tiempo de la posverdad –eufemismo demasiado usado en lugar de «mentira»–, y en el que es inevitable convivir y relacionarnos a través de la tecnología, las Humanidades y el pensamiento crítico deben emerger como garantes de la honorabilidad y la honestidad. Frente al relato manipulado, la velocidad, los desafíos sociales y las cuestiones éticas, surge la idea del humanismo digital como una forma de utilizar la tecnología desde los valores humanos. Se convierte así en un eje para democratizar el conocimiento y promover la cultura. El estudio y la divulgación de la historia de la música no pueden quedar al margen de este pensamiento para comprender tanto el presente como el pasado musical. Necesitamos los beneficios de la tecnología y del humanismo para fortalecer nuestro conocimiento del arte musical, la estética y sus implicaciones.
Conocer la historia a través de la escucha activa y el entorno nos permite comprender los procesos de cambio, la configuración de las ciudades, la importancia del sonido y la música en la arquitectura urbana.
En resumen, en el Día Europeo de la Música invito al lector a reflexionar sobre la historia de la música desde otras perspectivas. Conocer la historia a través de la escucha activa y el entorno nos permite comprender los procesos de cambio, la configuración de las ciudades, la importancia del sonido y la música en la arquitectura urbana, más allá de los espacios interiores. Descubrir cómo sonaba una ciudad en diferentes épocas nos permite adentrarnos en su pasado musical, ya sea hace tres décadas o trescientos años, a través de nuestros oídos y nuestra cultura adquirida. Este enfoque nos conecta con nuestro pasado, nos permite apreciar los sonidos que aún perduran en el tiempo y nos ayuda a valorar la música como una creación colectiva con un reflejo individual, así como un patrimonio cultural que trasciende las barreras temporales. Una experiencia puramente humana.
Información sobre la articulista
Ferran Escrivà-Llorca es musicólogo y profesor titular en la Universidad Internacional de Valencia, especializado en los estudios culturales de los Habsburgos en la Edad Moderna y el mundo ibérico, y en la familia Borja. Su investigación abarca la cultura material, especialmente los libros y bibliotecas musicales, y la diplomacia cultural entre el Sacro Imperio y la Monarquía Hispánica, y los paisajes sonoros históricos. Lidera el grupo MUSurba y participa en varios equipos internacionales de investigación multidisciplinares.