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El poder de las pantallas explicado desde la Neurociencia

por María José García Rubio

03 de marzo de 2025
Leonor, de cuatro años, avanza en su cochecito con la mirada fija en la pantalla del móvil que sujeta con ambas manos. No ve las calles, los coches ni a las personas, solo los colores y sonidos del capítulo de la patrulla canina. De repente, el adulto que la acompaña detiene el coche, le quita el dispositivo, la pone de pie y le cuelga la mochila. La niña parpadea, desorientada; la luz y el ruido la abruman. Su mente sigue atrapada en el mundo digital, y el pánico la invade. Grita y llora, pero nadie se detiene. La fila de entrada al colegio avanza, nadie la mira. Las pantallas no están en la conversación, aunque sus efectos son evidentes.

 

Leonor solo es una víctima más del uso de las pantallas. ¿Consecuencias psicológicas? ¿Cognitivas? ¿Emocionales? Muchas.

 

Somos participantes activos de la revolución digital actual. Desde teléfonos inteligentes y computadoras hasta televisores y tablets, la tecnología ha transformado la manera en que las personas trabajan, se comunican y acceden a la información. Las llamadas o los mensajes de texto han quedado casi obsoletos frente a la inmediatez y el realismo de una videollamada. Se trata de un fenómeno cultural que está afectando a nuestra cognición, emoción y conducta. Nuestra forma de relacionarnos ha mutado y no todo son ventajas.

Cómo explica la Neurociencia este fenómeno

 

Varios estudios han concluido que la adicción a las pantallas está relacionada con la liberación de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor asociado con la recompensa y el placer. Cada vez que una persona recibe una notificación sobre un “me gusta”, por ejemplo, se activa el sistema de recompensa, generando una sensación placentera que refuerza el comportamiento.

El mecanismo fisiológico es similar al de otras adicciones como el consumo de sustancias (por ejemplo, el cannabis) pero con una aceptación social y legal bien distinta. Con el paso del tiempo los efectos cerebrales del abuso de pantallas se consolidan llegando a generar cambios estructurales irreversibles que explican la pérdida de autocontrol y la percepción sesgada de que los dispositivos son necesarios para la supervivencia.

El cerebro cambia su funcionamiento ante esta exposición digital por deprivación de procesos como es el caso de la melatonina.

Además, se ha demostrado que el abuso de las pantallas afecta directamente a la plasticidad cerebral, reduciendo la capacidad de concentración y promoviendo patrones de comportamiento compulsivo. El cerebro cambia su funcionamiento ante esta exposición digital por deprivación de procesos como es el caso de la melatonina.

La aceleración digital ha empeorado la calidad del sueño de las personas. Esto sucede por el efecto de la luz azul de las pantallas. Estudios psicobiológicos han demostrado que esta luz interfiere negativamente en la producción de melatonina, hormona responsable de regular el ciclo del sueño. El déficit de melatonina no solo conlleva problemas en la conciliación, sino que también empeora la calidad del sueño provocando sensación de malestar psicológico al despertar. Un efecto más del abuso de pantallas.

La exposición temprana y prolongada a pantallas puede interferir con la maduración de habilidades cognitivas y socioemocionales esenciales.

El impacto de las pantallas es una realidad especialmente preocupante en los niños y niñas, cuyo cerebro aún se encuentra en desarrollo. La exposición temprana y prolongada a pantallas puede interferir con la maduración de habilidades cognitivas y socioemocionales esenciales, como la atención, la creatividad y la capacidad para autorregularse.

De hecho, se han reportado casos en los que la ansiedad por separación ya no se vincula con el progenitor como figura de apego sino con la pantalla. Esto nos hace pensar. Si estos casos son frecuentes, se produciría un sesgo en la percepción del mundo interior y exterior del menor, un elemento fundamental para el desarrollo de la autonomía en las primeras etapas de la vida y también en la edad adulta.

Consecuencias psicológicas del uso excesivo de pantallas

 

El impacto más visible del uso prolongado de pantallas recae en la salud mental, sin duda. La exposición constante a dispositivos digitales puede contribuir al aumento de la ansiedad, el estrés y la depresión. Una de las razones principales de este efecto psicológico es la sobrecarga de información. La disponibilidad ininterrumpida de noticias, redes sociales y entretenimiento genera una sensación de saturación mental y dificulta la desconexión, lo que aumenta los niveles de estrés.

La exposición constante a dispositivos digitales puede contribuir al aumento de la ansiedad, el estrés y la depresión.

Las redes sociales, en particular, han sido objeto de numerosos estudios sobre su impacto psicológico. Aunque estas plataformas permiten la conexión con otras personas, también pueden promover la comparación social y la disminución de la autoestima.

Además, las interacciones sociales o la participación en grupos digitales limitan la expresión social dado que no siempre se entienden los tonos, o las intenciones de los mensajes. Con esta limitación de la comunicación no verbal se han reducido o casi extinguido otras formas de relación e incluso se incrementan la percepción de rechazo si estamos ante un ‘ghosting’, por ejemplo.

Además, la adicción a las pantallas es una preocupación creciente. La dependencia excesiva de dispositivos digitales puede interferir con las actividades diarias y las interacciones sociales. En casos extremos, algunas personas pueden desarrollar conductas compulsivas relacionadas con los videojuegos, las redes sociales o el consumo de contenido en línea, lo que puede impactar negativamente su bienestar emocional y su productividad.

Ante esta problemática, soluciones

 

Conocemos las consecuencias, pero la realidad es que vivimos en una sociedad con pantallas. ¿Qué podemos hacer entonces? Un uso saludable de las mismas. Es fundamental adoptar estrategias para minimizar sus efectos negativos en la salud mental y cognitiva. Algunas recomendaciones incluyen:

  1. Establecer límites de tiempo: Regular el tiempo de exposición a pantallas, especialmente antes de dormir, para mejorar la calidad del sueño y reducir la fatiga visual.
  2. Fomentar pausas digitales: Practicar descansos regulares durante el uso de dispositivos para evitar la sobrecarga cognitiva y mejorar la concentración.
  3. Promover la lectura en formatos físicos: Leer libros impresos en lugar de contenido digital para estimular la capacidad de concentración y comprensión profunda.
  4. Priorizar la interacción cara a cara: Favorecer el contacto social directo en lugar de las interacciones virtuales para fortalecer habilidades sociales y emocionales.
  5. Utilizar la tecnología de manera consciente: Reflexionar sobre el uso de las pantallas y evitar el consumo pasivo de contenido para mejorar el bienestar psicológico.

El impacto del uso de pantallas en la salud mental y cognitiva es un tema complejo que requiere un enfoque equilibrado. La clave está en encontrar un punto medio que permita aprovechar las ventajas de la tecnología sin comprometer la salud mental y el desarrollo cognitivo de las personas.

Bibliografía

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Información sobre la articulista

María José García Rubio es codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia Global y Cambio Social de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), donde imparte docencia y supervisión a estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud. Es doctora en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid y experta en Neurociencias básicas y aplicadas por la Universidad de Valencia.