-
Comunicación
El cómic como espacio académico
por Ana Merino
En las últimas dos décadas en el campo de los estudios culturales el análisis teórico del cómic ha ido consolidando su espacio académico. El cómic es un gran aliado para entender muchos aspectos del siglo XX, explicar las complejas pautas de su sociedad y definir algunas de sus preocupaciones ideológicas.
Durante muchísimos años, antes de la irrupción de la televisión, las viñetas, tiras y cuadernillos de cómics eran el entretenimiento masivo por excelencia y una de las primeras herramientas de lectura para los más jóvenes. Desde su aparición a finales del XIX, en las páginas dominicales de los periódicos el cómic ha ido evolucionando en su formato y en la construcción de sus tramas. Cuando lo leemos en la prensa, solemos asociarlo a la viñeta editorial de humor o a la tira de personaje seriado de tres o cuatro viñetas. En España fueron muy populares las viñetas de humor gráfico de Antonio Fraguas de Pablo (1942-2018), que firmaba bajo el seudónimo de Forges, y que aparecieron en el «El País» y trataron todo tipo de temas con una mirada aguda capaz de cuestionar muchos aspectos injustos de la sociedad del momento. El humor de una simple viñeta podía tener un efecto cáustico que hacía reflexionar al lector al verse reflejado en personajes y situaciones que hablaban de sus preocupaciones, deseos y contradicciones.
En España, los tebeos fueron muy importantes a lo largo de todo el siglo XX porque mostraban, con sus series y las tramas de sus personajes, la evolución sociopolítica del país
También son muy celebradas las tiras del icónico personaje seriado de la niña Mafalda, aparecidas a mediados de los sesenta del siglo pasado y creadas por el argentino Joaquín Salvador Lavado (1932-2020), que firmaba con el seudónimo de Quino. En ese caso, el autor jugaba con la mirada de una niña y la relación con sus amigos y familiares para reflexionar sobre la realidad argentina y mundial de aquel momento, pero aludía a temas universales haciendo que sus historias, pese a que se fraguaron entre 1964 y 1973, siguieran teniendo actualidad.
En España, los tebeos –así se les llamaba a los cómics para niños y jóvenes– fueron muy importantes a lo largo de todo el siglo XX porque mostraban, con sus series y las tramas de sus personajes, la evolución sociopolítica del país. En la década de los cincuenta y sesenta fueron populares algunos personajes como Carpanta, un hombre sin hogar que pasaba mucha hambre, o Petra, una criada joven que venía del pueblo a servir a la ciudad, y aludían con humor a aspectos reales de una sociedad bajo la dictadura de Franco. José Escobar (1908-1994), que fue el autor que los creó, dibujaba historietas de personajes seriados para entretener a los jóvenes, aunque con su trabajo también interpelaba a los adultos que entendían los padecimientos de los protagonistas bajo las estructuras represoras del franquismo.
La transición española también tuvo personajes que aludían a otras realidades, y se comenzaron a publicar cómics para adultos con temáticas transgresoras donde las tramas buscaban provocar a los lectores y se expresaban como mucha libertad. En esa época aparecieron revistas de cómic para adultos, como “El Víbora”, o fanzines donde había personajes e historias seriadas que representaban discursos «underground» y contraculturales. Destacan, por ejemplo, los personajes de Gustavo o Peter Pank de Francesc Capdevila, que firma con el seudónimo de Max. Gustavo sería el perfil de un activista ecologista y Peter Pank, una parodia de Peter Pan en su adaptación Disney, con un guiño a las tribus urbanas de los punks, los rockers, los hippies, los góticos o los mods.
Este nuevo siglo nos ha traído voces femeninas muy potentes que ahondan en temáticas introspectivas, pero también juegan con tramas futuristas.
Con el siglo XXI el cómic se ha reformulado en el ámbito editorial y ocupa su propio espacio en las estanterías de las librerías y las bibliotecas, construyendo tramas extensas en publicaciones que ahora se denominan novelas gráficas. Los autores elaboran historias de largo aliento, complejas y cerradas, que se adaptan al formato libro. Este nuevo siglo nos ha traído voces femeninas muy potentes que ahondan en temáticas introspectivas, pero también juegan con tramas futuristas. La reciente novela gráfica “Planeta”, de Ana Oncina, es un buen ejemplo para analizar las ansiedades oníricas y afectivas que afectan a la juventud de este presente y ver además el contraste argumental con los mundos paralelos que se evocan en la trama de ciencia ficción.
Los que estudiamos los cómics en el ámbito académico siempre estamos trabajando en varios puntos que consideramos claves. Por un lado, queremos recuperar el pasado y asegurarnos de que se preservan los materiales de los cómics del siglo XX que aparecieron en prensa, cuadernillos, revistas o fanzines. También nos preocupa la búsqueda y conservación de las páginas originales dibujadas por los autores de cómic ya que se consideran piezas de colección donde se estudia la dimensión artística del proceso creador. Además, estamos pendiente de las nuevas publicaciones conscientes del privilegio de poder dialogar con los autores y estudiar la forma en la que sus obras interactúan con el presente.
Información sobre el articulista
Ana Merino es directora de la Cátedra Planeta de Literatura y Sociedad y profesora de VIU. Escritora y Catedrática en Estudios Culturales y Escritura Creativa por la Universidad de Iowa. Premio Nadal 2020 de novela, y premios Fray Luis de León y Adonáis de poesía. Fundadora y directora del Spanish MFA (Master of Fine Arts) de la Universidad de Iowa de 2011 a 2018. Investigadora con 2 ensayos monográficos, 60 artículos académicos y más de 100 de divulgación.